Tomo el testigo en este juego literario virtual que hemos emprendido conjuntamente Hugo Camacho, Vicente F.Hurtado y un servidor.
Los dos capítulos anteriores los encontraréis aquí:
Cada lunes (Hugo), miércoles (Vicente) y viernes (yo) tendréis un nuevo capítulo (de 100 a 300 palabras aproximadamente) de este relato a tres bandas.
Espero que os guste y lo disfrutéis tanto más de lo que nosotros estamos disfrutando con ello :) Y si queréis comentarlo tanto en los propios blogs como con el hashtag #RelAtAdos01 en Twitter os esperamos encantados.
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CAPÍTULO III
Y Dios despertó de su siesta y le
bastó una mirada a la tierra bajo sus pies para comprender lo que había
ocurrido. Y Dios habló, henchido de cólera, haciendo tronar sus palabras en la cabeza
de cada uno de sus Hijos —esos a los que los habitantes del valle llamaban
Antiguos—, y en la cabeza de cada uno de los seres racionales.
—¡¿Cómo osáis atentar contra la
sagrada vida de vuestra hermana? ¿Es eso acaso lo que yo os he enseñado?!
El mundo aguantó la respiración,
pendiente de aquella batalla dialéctica. El cazador, con lágrimas en los ojos y
el rostro vuelto hacia la Morada de Dios, imploraba clemencia con sus manos
desnudas alzadas.
—¿Quién de vosotros fue el que
acunó y dio forma a esta idea abyecta en su interior? ¡¿Quién?!
—Fui yo, Padre, no podíamos
permitir… —respondió una voz.
—Caín, el más sabio de mis Hijos
y también el menos indulgente —retumbó la voz de Dios, impregnada de tristeza—.
No puedo perdonarte ni a ti ni a tus Hermanos por esto.
—Pero Padre, nosotros solo
queríamos hacer tu voluntad —se elevó un coro de voces.
—¿Hacer mi voluntad incumpliendo
el más sagrado de mis mandamientos? ¡Ya no os reconozco como Hijos míos! ¡Os
condeno a vagar el resto de la eternidad en este planeta! No podréis trasladar
vuestros conocimientos nunca más, seréis testigos del sufrimiento que este pueblo
está predestinado a padecer. Todos menos tú, Eva; tú sí podrás pero nunca será
suficiente.
—¡Padre, por favor, no nos
abandones! —se elevó de nuevo, lastimero, el coro de voces. Pero Dios no volvió
a responderles. Solo tuvo unas últimas palabras para el cóndor antes de que la
Morada de Dios virara en el cielo y desapareciera con estruendo hacia los
confines del universo.
—Cóndor, animal noble, por haber
salvado a mi hija Eva te concedo una larga vida y el respeto y la veneración de
los pueblos que te ven alzarte majestuoso en el cielo. Sin embargo, debo
castigarte también por haber incumplido tu tarea de llevar mi anuncio. Como has
demostrado ser animal de acción y no de palabra, la palabra te retiro. A partir
de hoy tú y tu estirpe seréis mudos.
Cuando el cóndor quiso replicar
solo un gruñido ahogado surgió del interior de su cuello.
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Bien, Sir, muy bien. A ver por dónde nos sale Hugo.
ResponderEliminarEso digo yo, a ver por dónde salgo ahora. Corriendo XD
ResponderEliminarMuy bueno, mítico bíblico.
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